A principios de la década de los ochenta entré en contacto con los miembros de la Sociedad de montañeros Mongfragüe, me hice socio y comencé a participar en todas las actividades y salidas organizadas. El club era un club modesto, con un número reducido de socios, pero muy buena gente, con mucha ilusión, con ganas de hacer cosas y unidos por la fuerte atracción de la montaña. No teníamos sede social y yo ofrecí un local de mi propiedad para que pudiéramos utilizarlo como sede de nuestro club. Y desde el momento de mi ingreso hasta la actualidad, muchas de mis actividades en montaña han sido realizadas con el club o con grupos de amigos del club. Comencé como vocal de actividades, posteriormente fui presidente durante muchos años y en la actualidad soy “presidente de honor”. He participado en las actividades organizadas por el club en: las montañas extremeñas, Sistema Central, Picos de Europa, Cantábrica, Pirineos, Alpes, Alto Atlas,…

Mi relación con el club me ha permitido conocer a muchas personas con las que he compartido inolvidables experiencias montañeras y con las que he forjado una gran amistad. La pasión por la montaña es algo que solo lo comprende quien realmente la tiene. Es un entorno exigente tanto física como técnicamente; algunas veces agotador. Por eso es importante compartirla con personas que sientan la misma pasión por ella, porque en caso contrario la convivencia puede ser difícil. Yo he tenido la suerte de coincidir con un grupo de personas con las que he compartido muchas de mis experiencias montañeras más entrañables y de las que guardo muy gratos recuerdos.